El tweed de Chanel

A los amoríos de Coco Chanel con el duque de Westminster hay que agradecer la incorporación del tweed al vestuario femenino. Un tejido que revolucionó la industria de la moda y que, como las perlas, la camelia o el mítico perfume N° 5, se convirtió en emblema de la casa de costura. De la mano de la maison conocemos aquí su historia.

Gabrielle Chanel y el duque de Westminster se conocieron a mediados de los años 20. Él era el hombre más rico de Inglaterra, pero esta circunstancia no se reflejaba en su manera de vestir, cómoda y sofisticada aunque nada ostentosa. Coco y Bendor -como se le conocía al duque- pasaban mucho tiempo al aire libre. Salían a cazar, a pasear en bote o jugaban al golf, y ella tomaba prestadas prendas deportivas de su amante: pantalones, chalecos de cachemira, medias altas y sus confortables chaquetas de tweed. Así la diseñadora descubrió las bondades de este tejido que decidió incorporar al vestuario femenino, y fue la primera en hacerlo. Mademoiselle Chanel, pionera en tantas cosas, quería ofrecer a las mujeres comodidad y modernidad, y se apropiaba de aquellos elementos más relajados de la ropa de los hombres para ‘liberar’ a la mujer de las rigideces de su vestuario.

“Estoy más cómoda en un traje viejo, pero no en esos materiales pesados, ásperos… ¡Oh no! Para nada… De hecho fui yo quien les enseñó a los escoceses a hacer tweeds livianos. ¡Te prometo que me costó mucho convencerlos!”, comentaría años más tarde la propia Gabrielle. Producido originariamente en Escocia, donde se tejía a mano, el tweed es una tela hecha de lana cardada y de apariencia voluminosa y fuerte. Se cree que su nombre se debe al río Tweed, que fluye en la región. Sin peinar, el material muestra sus irregularidades (los llamados ‘botones’) que le confieren un aspecto más natural.

Para Mademoiselle Chanel las virtudes de este tejido estaban claras: a pesar de ser robusto, era flexible y esponjoso, y, por tanto, cómodo, lo más importante para ella. En 1924 Coco introdujo los primeros tweeds en su colección que mandaba hacer a una fábrica escocesa. Mientras paseaba por el campo con el duque de Westminster recolectaba hojas, musgo y tierra que después entregaba al fabricante para que reprodujera los tonos de la campiña. A los colores tradicionales añadió después otros brillantes, especialmente rojos y morados, que conferían vigor a la paleta cromática.

En noviembre de ese mismo año la revista Vogue publicó una fotografía de la actriz Ina Claire, conocida por su elegancia, con un vestido Chanel de tweed marrón que remarcaba su estilo juvenil.

A finales de los años 20 el uso del tweed se amplió. Se empezó a utilizar en abrigos, trajes de día y ropa deportiva, y otros muchos modistos lo adoptaron. Coco fue, sin embargo, la precursora de esta moda y el tejido se convirtió rápidamente en sello distintivo de la casa Chanel.
A principios de los treinta, Gabrielle decidió trasladar la producción a Francia y contrató a tejedores de la región Nord-Pas-de-Calais, famosa por su dominio de las telas. Siempre innovadora, decidió mezclar lanas con fibras artificiales para conseguir tejidos más livianos y con cuerpo. Introdujo también hilos fantasiosos, con irregularidades que adoraba. Las variaciones que conseguía eran infinitas.

El éxito fue inmediato y perduró en el tiempo. Tal y como sucediera con el jersey en los años 20, el tweed se convirtió en los 50 en pieza clave del lenguaje de estilo de Chanel, acompañando la emancipación de la mujer. A principios de los 60, otro hito: Mademoiselle, que hasta entonces había reservado el tweed para la ropa de diario, lo introdujo en el vestuario de noche y lo combinó con lamé.

Desde entonces, reinventado cada temporada, este tejido se repetirá en todas las colecciones prêt-à-porter y alta costura de la maison, primero con Coco y en los últimos años con Karl Lagerfeld.


En la era Lagerfeld

Desde su llegada a la maison, en 1983, el Káiser no ha dejado de enriquecer el legado de estilo de Gabrielle Chanel. Él amplió considerablemente el repertorio de uso del tweed y no solo lo aplicó a la ropa de diario moderna, también a vestidos de noche y hasta de novia, como reflejan sus colecciones de alta costura otoño-invierno 1991/92 y la de esa misma temporada 2013/14.

Lagerfeld le dio una vuelta de tuerca, reinterpretó su clasicismo y lo impregnó de modernidad. Temporada tras temporada ha presentado multitud de propuestas para este tejido: con lentejuelas, plumas, flecos, bordado con escarcha o piedras preciosas, y hasta rasgado. En ropa, pero también en carteras, zapatos, sombreros y bisutería. Destaca la riqueza de los materiales empleados: con tul, chifón, encaje, cuero… incluso con plástico y perlas.

El hipercreativo diseñador ha combinado las míticas chaquetas de tweed con faldas, pantalones y blusas en chifón, seda y organza, estampadas o lisas, aportando ligereza al tejido.

El legendario bordador Francois Lesage (fallecido en 2011) fue uno de los responsables de dar vida a la creatividad de Karl Lagerfeld. En los 90 creó un taller de textiles y a finales de esa década presentó sus tweeds al Káiser para usarlos en sus colecciones prêt-à-porter. Desde 2008, la Casa Lesage diseña también este tejido, que refleja una artesanía excepcional, para la alta costura. Los artesanos de Lesage interpretan las ideas de Lagerfeld y, gracias a una creatividad ilimitada, transforman materiales como lana, encaje, algodón, plástico o hilos de cuero en sorprendentes y originales diseños de tweeds.


El secreto del Tweed

El nombre de este tejido de lana viene de la palabra escocesa ‘tweel’, que significa ‘tela cruzada’. Originariamente se producía a mano en los hogares escoceses. El tweed se hace al tejer los hilos de urdimbre y trama, empleando diferentes tipos de hilo que crean una apariencia única e irregular. La urdimbre -enlazada verticalmente- es la tela base que soportará el ensamblaje de materiales (puede haber hasta doce clases de hilo para una urdimbre individual). La trama -enlazada horizontalmente- es la que confiere a la tela su característica única, y puede tener un número ilimitado de hilos. Apretada, perforada, gruesa, con relieve, plisada, aleatoria… los potenciales efectos son múltiples. Se pueden hacer complementos adicionales en su apariencia: usar tijeras para deshilar o rasgar el tejido, introducir tul, una trenza o plumas. El tweed también se puede bordar.

Fuente: revistamujer.cl